PEREGRINO DE SANTIAGO

ALIENTOS PARA EL CAMINO

"Mi pasado Señor lo confío a tu misericordia,
mi presente a tu amor,
mi futuro a tu providencia"

domingo, 16 de septiembre de 2012

SEPTIEMBRE 16 - DOMINGO XXIV DEL TIEMPO ORDINARIO

¿HASTA DÓNDE SEGUIRÍA A JESÚS?


El capítulo VIII del Evangelista san Marcos al que hemos llegado nos pone a mitad de camino de la Revelación del Misterio del Hijo de Dios que el Santo Escritor desea hacer. Jesús es seguido por las multitudes con entusiasmo, esperan de Él la palabra que instruye y sana; llega el momento de preguntar a sus discípulos sobre qué conocen de su persona, qué imagen se han hecho, en la respuesta se puede notar que la gente y los mismos seguidores inmediatos lo unen a toda la tradición profética; sin embargo, Pedro da un paso importante, lo proclama como Mesías.

Jesús acepta al interior de su grupo este título; pero comienza a aclarar que su mesianismo es diverso: la persecución - la muerte - la resurrección son su estrategia, y 'les hablaba claramente sobre ello', añade Marcos. Qué Mesías tan extraño!¡, por eso Pedro reacciona y pretende persuadir a Jesús de evitar estas expresiones. Con fuerza el Salvador rechaza la propuesta de su apóstol y 'pone los puntos sobre las íes' para quien desee estar con Él: 'El que quiera salvar su vida la perderá'.

¿Cómo recibo yo estas palabras de Jesús? Pidamos la serenidad y sinceridad para meditar estas palabras del Hijo de Dios, san Marcos continuará su Evangelio mostrando que el Señor se va quedando solo, y así llega hasta la cruz. Seguir a Jesús pide toda la consciencia y disponibilidad para luchar, para enfrentar el mal, Él viene a realizar un drama en el que hay amor-odio; vida-muerte; su lucha por nosotros lo hace exponerse y su mismo destino nos afecta a nosotros.

SEÑOR JESÚS, AYÚDAME A SEGUIRTE CON CONFIANZA, Y CUANDO VENGA LA LUCHA DAME TU FUERZA PARA NO DEJARME VENCER, SINO CONTAR CON TU MANO PROVIDENTE.

LITURGIA DE LA PALABRA

Primera lectura
Lectura del libro de Isaías (50,5-9a):

El Señor me abrió el oído; yo no resistí ni me eché atrás: ofrecí la espalda a los que me apaleaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos. El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado. Tengo cerca a mi defensor, ¿quién pleiteará contra mí? Comparezcamos juntos. ¿Quién tiene algo contra mí? Que se me acerque. Mirad, el Señor me ayuda, ¿quién me condenará?

Palabra de Dios
Salmo
Sal 114, 1-2. 3-4. 5-6. 8-9
R/.
 Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida.

Amo al Señor, porque escucha mi voz suplicante,
porque inclina su oído hacia mí
el día que lo invoco. R/.

Me envolvían redes de muerte,
me alcanzaron los lazos del abismo,
caí en tristeza y angustia.
Invoqué el nombre del Señor:
«Señor, salva mi vida.» R/.

El Señor es benigno y justo,
nuestro Dios es compasivo;
el Señor guarda a los sencillos:
estando yo sin fuerzas, me salvó. R/.

Arrancó mi alma de la muerte,
mis ojos de las lágrimas, mis pies de la caída.
Caminaré en presencia del Señor
en el país de la vida. R/.
Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol Santiago (2,14-18):

¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Es que esa fe lo podrá salvar? Supongamos que un hermano o una hermana andan sin ropa y faltos del alimento diario, y que uno de vosotros les dice: «Dios os ampare; abrigaos y llenaos el estómago», y no les dais lo necesario para el cuerpo; ¿de qué sirve? Esto pasa con la fe: si no tiene obras, por sí sola está muerta. Alguno dirá: «Tú tienes fe, y yo tengo obras. Enséñame tu fe sin obras, y yo, por las obras, te probaré mi fe.»

Palabra de Dios
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Marcos (8,27-35):

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de Cesarea de Felipe; por el camino, preguntó a sus díscípulos: «¿Quién dice la gente que soy yo?»
Ellos le contestaron: «Unos, Juan Bautista; otros, Elías; y otros, uno de los profetas.»
Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy?»
Pedro le contestó: «Tú eres el Mesías.»
Él les prohibió terminantemente decirselo a nadie. Y empezó a instruirlos: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser condenado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres días.» Se lo explicaba con toda claridad.
Entonces Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo. Jesús se volvió y, de cara a los discípulos, increpó a Pedro: «¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!»
Después llamó a la gente y a sus discípulos, y les dijo: «El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Mirad, el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará.»

Palabra del Señor

No hay comentarios:

Publicar un comentario