PROFETAS DEL SEÑOR
Quisiera centrar la Palabra de este día en una realidad que ha acompañado la historia de la Salvación como es el profetismo:
- La primera lectura nos ofrece la Vocación del Profeta Ezequiel, en el texto se nos dan elementos básicos que unen la condición del profeta: hombre llamado y enviado por Dios N.S. para proclamar su mensaje al pueblo elegido. Los profetas no son adivinos - magos - chamanes, ellos son hombres que saben leer la Escritura Divina - en la oración acogen la voluntad de Dios y ayudan al pueblo a vivir según su Protector. El profeta es también garante que se cumpla la Alianza, principalmente ayudando al pueblo infiel por la corrección de sus incoherencias y la reafirmación de las promesas.
- Jesús es visto por los suyos, en primera medida como profeta, su persona y misión se comprenden en relación con ellos; él mismo no se niega esta condición. Jesús es el Profeta por excelencia, pues es enviado por Dios y enseña su mensaje; pero va más allá pues es el Hijo de Dios y su Palabra es Palabra Santa. Es Mensajero y Mensaje. Su Palabra no es cualquiera, es palabra que da vida, y eso se constata en los milagros que obra y sellan su predicación.
- Hoy tenemos profetas??? Claro, la condición profética es distinta después de la venida del Hijo de Dios; pero la tarea no puede mermar. El profetismo es la actualización constante de la Palabra de Dios y esta tarea compete a los Pastores de la Iglesia, ellos deben (nosotros debemos) leer la Escritura e iluminar con ella al Nuevo Israel; pero no es una tarea exclusiva, nuestra condición bautismal implica la UNCIÓN PROFÉTICA. Cada cristiano debe ser profeta en su vida y en su ambiente, cada uno es portador de la Palabra de Dios, de la cual vive y con la cual puede ayudar a otros a encontrar su camino correcto. Nuestro tiempo tiene muchas mentiras, requerimos amar la verdad, buscarla en Jesús y anunciarla a un mundo sordo y tantas veces oscuro por ideologías destructivas.
LITURGIA DE LA PALABRA
Primera lectura
Lectura de la profecía de Ezequiel (2,2-5):
En aquellos días, el espíritu entró en mí, me puso en pie, y oí que me decía: «Hijo de Adán, yo te envío a los israelitas, a un pueblo rebelde que se ha rebelado contra mí. Sus padres y ellos me han ofendido hasta el presente día. También los hijos son testarudos y obstinados; a ellos te envío para que les digas: "Esto dice el Señor." Ellos, te hagan caso o no te hagan caso, pues son un pueblo rebelde, sabrán que hubo un profeta en medio de ellos.»
Palabra de Dios
SalmoEn aquellos días, el espíritu entró en mí, me puso en pie, y oí que me decía: «Hijo de Adán, yo te envío a los israelitas, a un pueblo rebelde que se ha rebelado contra mí. Sus padres y ellos me han ofendido hasta el presente día. También los hijos son testarudos y obstinados; a ellos te envío para que les digas: "Esto dice el Señor." Ellos, te hagan caso o no te hagan caso, pues son un pueblo rebelde, sabrán que hubo un profeta en medio de ellos.»
Palabra de Dios
Sal 122
R/. Nuestros ojos están en el Señor,
esperando su misericordia
A ti levanto mis ojos,
a ti que habitas en el cielo.
Como están los ojos de los esclavos
fijos en las manos de sus señores. R/.
Como están los ojos de la esclava
fijos en las manos de su señora,
así están nuestros ojos
en el Señor, Dios nuestro,
esperando su misericordia. R/.
Misericordia, Señor, misericordia,
que estamos saciados de desprecios;
nuestra alma está saciada
del sarcasmo de los satisfechos,
del desprecio de los orgullosos. R/.
Segunda lecturaR/. Nuestros ojos están en el Señor,
esperando su misericordia
A ti levanto mis ojos,
a ti que habitas en el cielo.
Como están los ojos de los esclavos
fijos en las manos de sus señores. R/.
Como están los ojos de la esclava
fijos en las manos de su señora,
así están nuestros ojos
en el Señor, Dios nuestro,
esperando su misericordia. R/.
Misericordia, Señor, misericordia,
que estamos saciados de desprecios;
nuestra alma está saciada
del sarcasmo de los satisfechos,
del desprecio de los orgullosos. R/.
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios (12,7b-10):
Para que no tenga soberbia, me han metido una espina en la carne: un ángel de Satanás que me apalea, para que no sea soberbio. Tres veces he pedido al Señor verme libre de él; y me ha respondido: «Te basta mi gracia; la fuerza se realiza en la debilidad.» Por eso, muy a gusto presumo de mis debilidades, porque así residirá en mí la fuerza de Cristo. Por eso, vivo contento en medio de mis debilidades, de los insultos, las privaciones, las persecuciones y las dificultades sufridas por Cristo. Porque, cuando soy débil, entonces soy fuerte.
Palabra de Dios
EvangelioPara que no tenga soberbia, me han metido una espina en la carne: un ángel de Satanás que me apalea, para que no sea soberbio. Tres veces he pedido al Señor verme libre de él; y me ha respondido: «Te basta mi gracia; la fuerza se realiza en la debilidad.» Por eso, muy a gusto presumo de mis debilidades, porque así residirá en mí la fuerza de Cristo. Por eso, vivo contento en medio de mis debilidades, de los insultos, las privaciones, las persecuciones y las dificultades sufridas por Cristo. Porque, cuando soy débil, entonces soy fuerte.
Palabra de Dios
Lectura del santo evangelio según san Marcos (6,1-6):
En aquel tiempo, fue Jesús a su pueblo en compañía de sus discípulos.
Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada: «¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es ésa que le han enseñado? ¿Y esos milagros de sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?»
Y esto les resultaba escandaloso.
Jesús les decía: «No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa.»
No pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se extrañó de su falta de fe. Y recorría los pueblos de alrededor enseñando.
Palabra del Señor
En aquel tiempo, fue Jesús a su pueblo en compañía de sus discípulos.
Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada: «¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es ésa que le han enseñado? ¿Y esos milagros de sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?»
Y esto les resultaba escandaloso.
Jesús les decía: «No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa.»
No pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se extrañó de su falta de fe. Y recorría los pueblos de alrededor enseñando.
Palabra del Señor
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