¿QUÉ ES LO MÁS IMPORTANTE PARA VIVIR BIEN?

La pregunta con la que titulo esta reflexión nos puede servir de orientación para tomar más provecho de las lecturas que la Liturgia de la Palabra nos ofrece para este Domingo XVII.
Al ir creciendo como personas vamos notando que hay cosas, personas, momentos, a las que les damos más importancia que a otras, también algunas cosas, personas y momentos van tomando tanta fuerza en la vida que parecieran ser imprescindibles para el disfrute de la misma. Los esfuerzos que se hacen, los proyectos que se emprenden se ven igualmente ‘condicionados’ para aquella realidad esencial que permea cada ámbito de nuestra existencia. Las realidades que nos pueden marcar son cosas materiales (casa – vehículo – dinero, etc.), personas especiales (familiares – amigos), momentos significativos (deporte – fiesta – partidos de futbol - dirección de eventos, etc).
La primera lectura, del libro I de los Reyes, nos presenta la oferta que Dios N.S. hace a Salomón de solicitarle para su misión lo que desee; el joven rey solo hace la solicitud de tener la sabiduría para orientar al pueblo que su Señor le confía. El mismo Dios valora su súplica, pues considera que es lo más importante y con ello podrá obtener otro tipo de beneficios, en todo caso, ha sabido qué era lo estrictamente necesario.
Jesús quiere invitar a sus discípulos, por las parábolas del Tesoro Escondido y la Perla Preciosa a descubrir el Reino de Dios como la realidad más fascinante e importante que puede guiar la vida de toda persona. Es tan importante y valiosa la presencia – relación con Dios N.S., que por vivirla todo lo demás se vende – deja, con tal de conseguirla… además, no es para entristecerse, pues la alegría que brinda, la satisfacción que da no se puede comparar.
¿Cómo hemos descubierto en nuestra vida el Reino de Dios?, la mayoría somos personas creyentes; pero ¿qué importancia le damos a dicha experiencia? Pensemos en la prioridad que le damos a la Eucaristía – la Oración – la Caridad, ¿gozamos de estos momentos? ¿Qué somos capaces de dejar por aprovecharlos? Estas inquietudes no buscan desvalorizar tantas riquezas que la vida nos ofrece como cosas, personas y momentos; ahora bien, sí nos puede dejar claro que lo más importante en la vida de un ser humano es gustar la relación con el Padre Dios, sentirse amado por Él en su Hijo Jesucristo y ser continuamente dócil a la acción del Espíritu Santo; esta experiencia llenará todos nuestros horizontes y nos hará profundamente felices.
En aquellos días, el Señor se apareció en sueños a Salomón y le dijo: «Pideme lo que quieras.»
Respondió Salomón: «Señor, Dios mío, tú has hecho que tu siervo suceda a David, mi padre, en el trono, aunque yo soy un muchacho y no sé desenvolverme. Tu siervo se encuentra en medio de tu pueblo, un pueblo inmenso, incontable, innumerable. Da a tu siervo un corazón dócil para gobernar a tu pueblo, para discernir el mal del bien, pues, ¿quién sería capaz de gobernar a este pueblo tan numeroso?»
Al Señor le agradó que Salomón hubiera pedido aquello, y Dios le dijo: «Por haber pedido esto y no haber pedido para ti vida larga ni riquezas ni la vida de tus enemigos, sino que pediste discernimiento para escuchar y gobernar, te cumplo tu petición: te doy un corazón sabio e inteligente, como no lo ha habido antes ni lo habrá después de ti.»
Palabra de Dios
R/. ¡Cuánto amo tu voluntad, Señor!
Mi porción es el Señor;
he resuelto guardar tus palabras.
Más estimo yo los preceptos de tu boca
que miles de monedas de oro y plata. R/.
Que tu bondad me consuele,
según la promesa hecha a tu siervo;
cuando me alcance tu compasión,
viviré, y mis delicias serán tu voluntad. R/.
Yo amo tus mandatos
más que el oro purísimo;
por eso aprecio tus decretos
y detesto el camino de la mentira. R/.
Tus preceptos son admirables,
por eso los guarda mi alma;
la explicación de tus palabras ilumina,
da inteligencia a los ignorantes. R/.
Sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien: a los que ha llamado conforme a su designio. A los que había escogido, Dios los predestinó a ser imagen de su Hijo, para que él fuera el primogénito de muchos hermanos. A los que predestinó, los llamó; a los que llamó, los justificó; a los que justificó, los glorificó.
Palabra de Dios
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo. El reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra. El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan, y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran. Lo mismo sucederá al final del tiempo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno encendido. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. ¿Entendéis bien todo esto?»
Ellos le contestaron: «Sí.»
Él les dijo: «Ya veis, un escriba que entiende del reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando del arca lo nuevo y lo antiguo.»
Palabra del Señor
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