“LA PALABRA DE DIOS SE HIZO CARNE”
SOLEMNIDAD DE LA NATIVIDAD DEL SALVADOR
25 de diciembre
Celebrar la vida es algo común en las diversas culturas,
hacer eco al cumpleaños parece unirnos de modo especial a los seres humanos,
puede que algunos no lo hagan; pero es especial el hecho de sentirnos
reconocidos de modo particular una vez al año: EL DÍA QUE VINIMOS AL MUNDO.
Dentro de nuestro ciclo de celebraciones litúrgicas hacemos
referencia al ‘nacimiento’ al cielo de los Santos teniendo como punto de referencia
el día de su muerte, pues es en este día en que verdaderamente gozaron de la
vida plena que ya gustaban desde la tierra. De todos modos, los creyentes no
han dejado de recordar la venida a este mundo de algunos personajes que han
marcado de modo especial la realización de esta misma historia, así
conmemoramos el Nacimiento de san Juan Bautista (24 de junio), el de Nuestra
Señora la Virgen María (8 de septiembre) y el de Nuestro Salvador (25 de
diciembre). Las vidas de ellos han dejado una huella invaluable dentro de la
historia de la Salvación, pues el tiempo y el espacio no son iguales desde que
Dios es Emmanuel: ‘Dios-con-nosotros’.
Valorando el por
qué conmemoramos los nacimientos del Salvador, su Madre y el Bautista, podemos
inquietarnos en la razón del día escogido para ello ¿será que ese día nacieron
para nuestro mundo? No nos vamos a centrar en los tres señalados, solamente
acerquémonos a la fecha escogida para la Natividad de Nuestro Salvador ante la
cercanía de su celebración: 25 de diciembre.
En el año 5199 de la Creación del mundo, cuando
Dios, en el principio, hizo de la nada los cielos y la tierra; el año 2957
después del diluvio; el año 2015 del nacimiento de Abraham; el año 1510 desde
Moisés y la salida de Egipto del pueblo de Israel; el año de 1032 desde que
David fue ungido rey; en la sexagésima quinta semana, de acuerdo con la
profecía de Daniel; durante la centésima nonagésima cuarta olimpiada; en el año
752 de la fundación de Roma; en el cuadragésimo segundo año del reinado de Octavio
Augusto, cuando toda la tierra estaba en paz, en la sexta edad del mundo:
Jesucristo, Dios eterno e Hijo del eterno Padre, con el deseo de consagrar al
mundo con su arribo, concebido por el Espíritu Santo y cuando hubieron pasado
nueve meses desde su concepción, nació en Belén de Judá', de la Virgen María y
se hizo hombre. Ese fue el nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo según la
carne.
(Martirologio Romano)
Ver: http://www.churchforum.org/25-diciembre-natividad-nuestro-senor-jesucristo.htm (8-IX-2011))
Al celebrar en este día el nacimiento de
quien es el verdadero Sol, la luz del mundo, que surge de la noche del
paganismo, se quiso dar un significado totalmente nuevo a una tradición pagana
muy sentida por el pueblo, porque coincidía con las ferias de Saturno, durante
las cuales los esclavos recibían dones de sus patrones y se los invitaba a
sentarse a su mesa, como libres ciudadanos. Sin embargo, con la tradición
cristiana, los regalos de Navidad hacen referencia a los dones de los pastores
y de los reyes magos al Niño Jesús.
En oriente se
celebraba la fiesta del nacimiento de Cristo el 6 de enero, con el nombre de Epifanía, que quiere decir
“manifestación”; después la Iglesia oriental acogió la fecha del 25 de
diciembre, práctica ya en uso en Antioquía hacia el 376, en tiempo de San Juan
Crisóstomo, y en el 380 en Constantinopla. En occidente se introdujo la fiesta
de la Epifanía, última del ciclo navideño, para conmemorar la revelación de la
divinidad de Cristo al mundo pagano (Ver: http://es.catholic.net/santoral/articulo.php?id=683
(8-IX-2011). Ver: http://es.wikipedia.org/wiki/Natividad
(8-IX-2011): El sistema que se utiliza
actualmente fue inventado por el monje Dionisio el Exiguo, a quien el canciller Papal Bonifacio pidió que encontrara un sistema para calcular la fecha
de la Pascua. Entonces, Dionisio decidió
utilizar el nacimiento de Cristo como punto de referencia en vez del sistema que se
utilizaba. Calculó erróneamente que Jesús nació el 25 de diciembre del año 753 AUC (ab urbe condita, desde la fundación de Roma), tomando entonces el año que apenas comenzaba, 754 AUC,
como el año 1 D.C. Este sistema no fue aceptado en
aquella época, aunque siglos después fue adoptado por varias poblaciones hasta
convertirse en el sistema predeterminado de facto. La fecha del 25 de diciembre fue adoptada como la fecha de la Navidad, aunque no se sabe cómo Dionisio la calculó.
Un testimonio
particularmente interesante de conocer es el dado por la Peregrina Egeria:
cuando ella visitó Jerusalén, hacia fines del siglo cuarto, la Navidad se
observaba todavía como parte de la Epifanía el día 6 de enero, pero ya se daba
mayor importancia al aspecto del nacimiento del Señor. Egeria describe de qué
manera, en la víspera del 6 de Enero, el obispo, los sacerdotes, los monjes y
el pueblo de Jerusalén, se trasladaban a Belén y hacían una estación solemne en
la cueva de la Natividad. A la media noche, se organizaba una procesión que
marchaba de regreso a Jerusalén mientras entonaba el oficio de la aurora.
Después, durante el día, los cristianos volvían a reunirse para una celebración
solemne de la Santa Eucaristía, que se iniciaba en la gran basílica de Constantino
(el Martyriorí) y culminaba en la capilla de la
Resurrección (la Anastasis).
Estas
referencias históricas son interesantes para comprender de dónde vienen
nuestras actuales celebraciones, el misterio que celebramos no es pertenencia
nuestra, es de hombres y mujeres que a lo largo de muchos siglos han reconocido
en Jesucristo a su Salvador, en ellos nos reconocemos nosotros, pues buscamos
el mismo objetivo: alabar y bendecir a Dios Nuestro Padre porque en su Hijo
Jesucristo ha derramado todo su amor para con nosotros al entregárnoslo como
Redentor en nuestra propia carne.
En el siglo sexto, las festividades que
se llevaban a cabo en Jerusalén, fueron imitadas en Roma. A la hora "del
canto del gallo", es decir después de la media noche, el Papa celebraba la
misa en la Basílica Liberiana (Santa María la Mayor), a donde fueron
trasladadas las supuestas reliquias del pesebre de madera donde estuvo
recostado el Niño Jesús. Después del alba, marchaban los fieles en procesión
hasta San Pedro donde el Papa cantaba la segunda misa. Entre la media noche y
el alba, había otra celebración en la iglesia de Santa Anastasia, junto al
Palatino. A mediados del siglo doce, comenzó a cantarse la tercera misa, la del
día de Navidad, en Santa María la Mayor, debido a la gran distancia que había
entre la basílica de San Pedro y la de Letrán, donde vivía el Papa por
entonces. Este fue el origen de las tres misas que todo sacerdote debe celebrar
en la Navidad.
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